Anónimos desde el umbral de Francisco Redondo 14/01/22-12/02/22
Personas sin tiempo, lugares sin rostros
Cada vez que se nos muestra una imagen fotográfica deducimos que algo se nos quiere decir. Es imposible no atribuir un significado a lo que vemos. Pero lo que vemos solo es una representación interior y subjetiva de la realidad que está ahí fuera y es inabarcable.
Las imágenes son una especie de mapa que nos ubica en el mundo pero aspiramos a que también nos expliquen el sentido del mismo y los mecanismos invisibles que están operando para que todo funcione. Pero ¿qué ocurre con las imágenes producidas indiscriminadamente por una máquina que como un panóptico quiere mostrar todo lo que está ahí fuera? ¿Realmente puede ver una máquina?
Estas imágenes que habitualmente vemos descontextualizadas en pantallas y que sin embargo entendemos que son solo un instante del tiempo en el que un mundo cambiante se presenta, nos interpelan como cualquier imagen. Se puede estar en casa viéndolas, en el dispositivo que la muestra o en Google Map o Street View, pero también se puede estar en una exposición disfrutando de esa descontextualización. Sin embargo todas ellas están únicamente en nuestras cabezas en cuanto que las vemos. Pretenden sustituir el mundo que no alcanzamos a abarcar.
Si nos tomamos una pausa digital, nos daremos cuenta que no es lo mismo cuando nuestros dedos tocan ese límite donde ahora leemos esto o vemos esas imágenes, que si nos tomamos la molestias de trasladarnos a un local en el que durante unas semanas se exponen estas imágenes de ese mundo virtual en el que merodeamos lejos de todo. Quizás podamos entender la importancia del lugar, de los tiempos y de las personas en que las imágenes del mundo se nos presentan y la ilusión por la que transitamos. Esas imágenes que nos asaltan desde una red de enredos veladas por pantallas se presentan ahora en papel y en un lugar en el que estar. Nos muestran Anónimos desde el umbral, ese umbral que es toda imagen. Son también una forma de vernos distinta justo en ese límite del plano que separa la imagen que nos mira y nos interpela a través de esas sombras que en ellas aparecen y nos enseñan la luz. Quizás esta experiencia de salir de uno mismo, de disociar lo que vemos de lo que realmente son las cosas consiga entonces superar la asepsia de estos registros de una máquina sin pretensiones comunicativas por el mero hecho de ser mostradas y ser miradas de otro modo. Todos podemos entender que este acto que es exponer es un reto que nos proponen. Es un acto que pretende salvar la distancia, el extrañamiento, la soledad y lo incierto que hay en el acto de mirar. Pues intuimos que han sido seleccionadas para resignificar “aquí y ahora”, “allí y entonces”, es decir nuestra forma de estar en ese momento ante ellas, y traerenos la empatía hacia esas persona desconocidas cuyos rasgos aparecen borrados como los de nuestro rostro mientras mira sin ser visto por nosotros mismos. Las sombras de esa personas que podríamos ser nosotros son como la Mujer con alcuza que Dámaso Alonso le dedicara a Leopoldo Panero
“¿Adónde va esa mujer, arrastrándose por la acera, ahora que ya es casi de noche, con la alcuza en la mano?”
¿A dónde van todas estas sombras sin rostros?
En estas imágenes que dan el paso de la pantalla al papel vemos esas sombras transitar por calles que no pisaremos. Todo parece suceder en ese espacio aparentemente aséptico pero no podemos evitar preguntarnos por esas personas que vemos en la imagen ¿quiénes son? ¿que hacen? ¿a dónde van? De alguna manera ellas nos devuelven las preguntas que seguramente se hicieron en ese momento al ver esa cámara móvil y sobre las imágenes que estaba tomando ¿quiénes las verán ? ¿que harán? ¿a dónde irán?. Intuimos que hay algo en ellas más allá de lo que nuestra sensibilidad pueda apreciar. Preguntas de un pasado que han viajado en el tiempo desde lugares remotos hasta aquí.
Nada es inocuo. Todas las decisiones son importantes cuando decidimos mostrar algo. Dotamos de significado no solo produciendo la imagen sino eligiendo cómo cuándo y dónde las mostramos. Creamos situaciones con cada uno de nuestros aparentemente insignificantes actos y esta es la revolución de lo que hacemos. Así lo vieron los situacionistas. Pero somos cada uno los que compramos esta pequeña revolución que conllevan ls decisiones artísticas, y les dotamos de significación. Lo hacemos si vemos y pensamos cómo se han tomado estas imágenes, el gesto nada inocuo de sacarlas de las pantallas y ponerlas en papel o exponerlas en este espacio concreto llamado local. Intuimos entonces un subrayado que nos traslada a este extraño momento de transición en el que vivimos. Esta simulación de lo que antes llamábamos vida y la que cada día estamos más confundidos y aislados de nosotros mismos.
No vemos quizás ese fondo por el que se presentan la figuras, el espacio público sobre el que aparecen estos rostros difuminados para preservar su supuesta intimidad y que nos revela la indiferencia de un sistema que nos presenta esa vida privada, privada de sí misma. Esas individualidades dejan de ser figura y se convierten en otro elemento más del paisaje. La democratización del anonimato, nos dice el autor, la dictadura de la indiferencia añadiría yo. No podemos evitar observar de una forma distinta a cómo lo hace que esa supuesta inteligencia artificial desde una sensibilidad natural igualmente inteligente. No podemos evitar poner nuestros rostros donde solo vemos un borrón o imaginar lo que no vemos detrás de una mascarilla. Completamos la información que nos falta y que tan necesaria es para entendernos. Porque esto es lo que ponemos en común y por eso lo llamamos comunicación. Lo hacemos por esa cierta empatía que nos iguala un poco al otro y que nos hace ser distintos a ese dispositivo mecánico e indiscriminado, es decir que no diferencia las personas de los objetos, los rostros de las cosas. Nosotros lo hacemos hacemos finalmente poniéndonos en el lugar de esas figuras dedicándole tiempo a mirarlas y nos preguntamos al verla sobre nosotros mismos ¿Quienes somos, que hacemos, a dónde vamos?
Paco Nadie (a partir de la exposición Anónimos desde el umbral de Ánonimos desde el umbral. Francisco Redondo 14/01/22-12/02/22 en Espacio Local)
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