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El conocimiento nunca viene solo de Regina de Miguel


El conocimiento nunca viene solo trata de profundizar en la producción de objetos y conocimientos híbridos, realizando un extenso trabajo de campo con expertos de muy diversas áreas que tienen en común la investigación con nociones como la invisibilidad, o la dificultad en los parámetros que marcan su búsqueda, y la negociación con el territorio, tomando la materia oscura como metáfora e hilo conductor de esta historia.

Digamos que el propósito consiste en la construcción de un relato o historiografía científica que escapa en algunas de sus particularidades, a relatos más generalistas basado en la especificidad de un territorio físico y político que actúa de parámetro excepcional para el estudio de particulares problemáticas.

Los efectos de la modernidad todavía perviven en nuestra época. Actualmente gran parte de las prácticas artísticas centran su actividad en diversas investigaciones que reclaman una revisión más que necesaria para un proyecto holístico que ya no se percibe tan positivo como antes. La modernidad ha dejado de ser aquel espejo nostálgico en el que buscar un reflejo que ella misma no pudo devolvernos en su momento. Entre esos efectos del proyecto moderno, uno de los que más vigencia posee es la división binaria

entre naturaleza y cultura. Una segmentación que se desvela como una de las tantas ficciones de un conocimiento humano que, si bien necesita la abstracción de los compartimentos estancos que organizan cada una de sus disciplinas, no puede entenderse sin una estrecha vinculación entre cultura y naturaleza. Es más, la frontera establecida por la modernidad entre ambas esferas es casi una entelequia que, a día de hoy, está viendo deteriorarse también la capa de neutralidad que la ha acompañado a lo largo del siglo XX. Los defectos de la razón moderna, sin embargo, perduran en nuestro presente.

El trabajo de Regina de Miguel (Málaga, 1977) no es ajeno a esta revisión de los efectos del proyecto moderno en nuestra contemporaneidad, centrándose en el análisis de diferentes saberes producidos por el conocimiento científico desde una actitud que une dos términos aparentemente opuestos: la fascinación crítica. Actitud que incorpora una interpelación estética hacia esa proliferación de saberes que es necesario extraer del simulacro de autonomía con el que han sido construidos históricamente bajo intereses concretos. El conocimiento no es algo externo a lo que los individuos acceden. Es un mecanismo de producción de mundo y de subjetividad provocado por el solapamiento de numerosas interferencias, algunas de las cuales practican una invisibilidad estratégica.

El conocimiento nunca viene solo, de Regina de Miguel, es un trabajo audiovisual que demuestra cómo lo híbrido es una cualidad constitutiva de un conocimiento cuya producción tampoco es imparcial o autónoma. Sujeto a determinados condicionantes geopolíticos y socioeconómicos, el conocimiento es una herramienta de poder que, a su vez deriva del poder. Frente a otras áreasde conocimiento que llevan implícitos procesos de autocrítica y que son conscientes de su dimensión política en la sociedad, las disciplinas científicas han construido sus relatos con una independencia que, además de salvaguardar una ilusión de autonomía con respecto a la realidad que las apoya e impulsa, han conseguido excluir de su campo de recepción crítica a todos aquellos que no son científicos profesionales. Podría decirse que, a la hora de relacionarnos con la ciencia desde un afuera, no tenemos todavía el derecho a un diletantismo crítico. Frente a un tipo de práctica artística que sólo funciona como huésped del conocimiento científico, el trabajo de Regina de Miguel propone un nuevo modelo de relación con la disciplina científica a través del arte: el del artista que, saliendo de su zona de confort para transitar por ámbitos que en un principio le son ajenos, consigue interrumpir las línea divisoria entre espacios epistemológicos. Y convertir al outsider en aquel diletante legítimo que la ciencia no posee todavía.

Tomando como foco de estudio una zona muy concreta de la geografía, el Desierto de Atacama, este ensayo visual construye un relato en el que se cruzan diferentes saberes localizados en uno de los territorios más extraordinarios del mundo. Las condiciones extremas de todo territorio desértico, que imposibilitan su habitabilidad y la proliferación de formas de vida, ayudan a una concepción del mismo apartada del mundo. Como si los desiertos no transportasen consigo todas las problemáticas de aquellos otros territorios que sí se relacionan explícitamente con nuestra arquitectura social. Bajo los ecos del anacrónico paradigma binario, el desierto pertenece a la naturaleza mientras que nosotros pertenecemos a la cultura.

Como demuestra Regina de Miguel con este ensayo audiovisual no sólo ciertas concepciones acerca del conocimiento se están quedando obsoletas. También la propia noción del artista como aquel profesional que trabaja individualmente en el ámbito de la (re)presentación. El conocimiento nunca viene solo es un ejemplo del intercambio de roles por parte de un artista que, antes de llegar a una conclusión estética, se apropia de las funciones y las metodologías de otras disciplinas. Este proyecto no puede entenderse sin el proceso previo de investigación por parte de la artista quien, recorriendo diversas localizaciones de la parte norte del desierto de Atacama, enlaza diferentes puntos para una cartografía de los saberes específicos que dicho territorio posee y produce. El desierto más árido del mundo es un espacio de conflicto que lleva inscrita la historia de Chile y todas sus rupturas políticas desde la conquista española. También una zona geográfica que sus elevadas condiciones de visibilidad atmosférica han convertido en una compuerta de acceso al universo mediante la investigación astrofísica y cosmológica.

Así como en el universo está contenida toda la información de nuestro pasado, en Atacama está oculta la información del pasado de algunas comunidades indígenas de Chile, comunidades que no tienen interés en su propio patrimonio. Este patrimonio, que podría ser restaurado por los arqueólogos, permanece en la posibilidad cuando la arqueología se preocupa más por su carácter científico que por su potencial político. Al mismo tiempo, algunas partes del norte de Atacama apenas han sido exploradas, descritas o documentadas. La condición nómada de sus pueblos ha hecho que la entrada de la industria fuese tardía e instrumental, abriendo caminos que a posteriori

han desvelado que el desierto ha sido capaz de generar nuevas formas de vida con tipologías de plantas desconocidas hasta ahora. La construcción del Observatorio Astronómico de Paranal (ESO) convierte Atacama en un territorio internacional dentro del cual la cota chilena es menor que la de otros países y donde la investigación astrofísica, al mirar al espacio, se aísla del lugar que permite su desarrollo. El estudio de la materia oscura, la creación de una cartografía del universo mediante el uso de lentes gravitacionales y la producción de simulacros del universo constituyen algunos de los principales focos de acción del observatorio de Paranal. Si bien nuestra aproximación al universo pasa indefectiblemente por el conocimiento científico, existen –también dentro de Atacama- otras formas de saber sobre el universo que no pasan por la institución científica. El conocimiento de la comunidad Mapuche es uno de ellos, una sociedad en conflicto con un estado (el chileno) que se ha apropiado de sus lugares sagrados.

El conocimiento nunca viene solo construye un relato híbrido de saberes solapados que, sin embargo, se desarrollan con aparente independencia en la geografía del desierto de Atacama. Formas de conocimiento que están sujetas a un paisaje que marca el desarrollo del trabajo de arqueólogos, historiadores, ingenieros, astrofísicos o cosmólogos. El cruce explícito que se da entre pasado, presente y futuro en Atacama convierte lo específico de este territorio en un paradigma extraordinario a la hora de analizar la conexión entre conocimiento, política y contexto que atraviesa la producción de los relatos y la construcción de verdad vinculada al saber. El mapa de Atacama que propone Regina de Miguel no es una representación geográfica o la presentación epistemológica de un lugar concreto: es la búsqueda de una actitud general para entender, desde análisis más profundos, que las esferas aisladas del conocimiento humano son una construcción cultural e histórica que atienden a unos intereses que frecuentemente las trascienden.

Sonia Fernández Pan.

Título: El conocimiento nunca viene solo.

Año: 2013. Duración: 39:39.

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