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Incendios. Otros cambios de Blanca Prendes


Desde que hablé con Susana Carro y escribió "Incendios", empecé a sentir la necesidad de mostrar qué fue de mi "yo pintora". En "Otros cambios" ordeno ideas, cumplo sueños, curo heridas y nuevamente me perdono.

Fuego fuera de control y que destruye lo que no está destinado a quemarse. Así fue el incendio que puso fin a más de dos años de trabajo en la obra de la artista asturiana Blanca Prendes. Antes de que esto sucediera su obra había evolucionado en deuda con el expresionismo y, consciente de ello, Blanca viajó a Alemania a la búsqueda de sus ascendentes. El directo de Die Brücke y Der Blaue Reiter tiñeron de color los muelles de Gijón o los puentes de Salamanca que la artista había pintado durante sus años de formación. Los cuervos, catedrales y las primeras figuras humanas que aparecen en los lienzos de Kassel demuestran que es en Alemania donde la artista pierde el miedo a las tonalidades, a los pigmentos, al color aplicado directo del tubo al soporte.

A medida que los paisajes se convertían en emociones y la mancha ganaba espacio Blanca Prendes añadió nuevos nombres, nuevos padres a una genealogía cada vez más deudora del expresionismo abstracto: el brochazo negro de Franz Kline, el fragmento-collage de Motherwell, de Clyfford Still el color que resbala por la superficie y, finalmente, la uniformidad en la masa cromática de Rothko. Añadamos a Per Kirkeby, Asger Jorn y José Guerrero; mimbres con los que Blanca construyó un universo personal y evocador cuya singularidad fue apreciada por otra mujer, Erika Voigtländer. La galerista de la sala FAC Prestel de Frankfurt ofreció a la joven artista la posibilidad de exponer y vender gran parte de la obra producida hasta entonces; y así fue.Pero el regreso se impuso y Blanca volvió, no al Norte, sino a la luz del Sur extremeño. Fue entonces cuando esa luz inundó sus cuadros: reflejos brillantes sobre la masa de color, tal vez luminarias que vaticinaban el centelleo de una llama futura.

En Incendios Richard Ford relata la experiencia que acompaña a todos los desastres como «la sensación de ver las cosas desde una enorme lejanía, como si se miraran a través de un catalejo invertido». Pero esa lejanía no crea distancia sino sólo una especie de “retardo” entre el hecho y la emoción y cuando esta llega se impone y coloniza la mente. Así sucedió tras el incendio que acabó con la obra de la exposición ¡Ojo, pinta! y la propia Blanca relata que, insistentemente, «le venían a la cabeza las composiciones que ya había hecho y habían desaparecido». No conseguía enfrentarse al lienzo sin evocarlas, imitarlas, reproducirlas; tal vez era la pulsión inconsciente y desesperada de salvar las obras que ardieron. Pero la razón terminará imponiendo el olvido y, como estrategia para lograrlo, la artista se aplica con perseverancia en la experimentación: caminos, cinta aislante, máscaras, plantillas, madera, tipex, fondos marinos, fotografía, paisajes en movimiento, soportes de cristal…Se dicta el cambio y el fuego, metáfora de la mutabilidad ya desde Heráclito, será el motor real del devenir en la obra de Blanca Prendes.

(Publicado en Asturias 24. Susana Carro, 2015)

Más que un recuerdo duro es un camino duro. Hace cerca de 13 años que se quemó la exposición ¡Ojo, pinta!, y en aquel primer momento no entendí bien lo que iba a suponer para mi.

Yo continué pintando y nada me gustaba, todo estaba vacío.

Las nuevas composiciones se quedaron huérfanas, todo lo que justificaba él como había llegado a esas formas nuevas, ya no estaba.

El siguiente texto lo escribí sobre unas cartulinas de marco de foto en esos meses posteriores. Fue la única vez que escribí sobre el incendio y sobre cómo me sentía.

Partiendo de los laberintos hacia la necesidad de control metódico, del embrollo surgido del azar a la pura delimitación de los caminos senderos obligados. Dos caminos regulares y paralelos, no se tocan, roces y sinuosos del material caminos intactos.

Podría ser perfecto si no fuera por un fluir que aparece sin querer, de la torpe amenaza con suculentas texturas. Son derrotas, paradas, pasos, túneles que no llegan lejos, llegan no sé dónde. Podría estar intacto pero ese horror el vacío aun impera en lo que hago. Cielos perdidos con caminos podridos, altares para la soledad.

Pienso en esos lugares. En los factores. En las olas. Tanta felicidad y emoción. El logro de algo. Ese centro de todo que no se puede explicar. Eran tan fuertes. Me sentía tan orgullosa y ya no están, nunca más los veré. Y eso mina por dentro. Quisiera que no. Me siento perdida y me desequilibra, un poco todo se desmorona. Quisiera que todo pasara, que no importara nada, que sólo fuera un trámite más. No me gusta esa ausencia dentro de mí, la añoranza y ese nudo atravesado y que alguien tenga que oírme hablar de esto, me no me gusta. No sé dónde buscar, creía que sería más fácil, que no me sentiría tan hueca.

Daban tanta seguridad a lo nuevo. Ese respaldo que necesitaba que ahora no entiendo cómo afrontar, quizás debiera pintar otra vez lo mismo, rehacer todo.

Y si hubiera visto el fuego, ¿cómo sería?, si los hubiera visto quemados, ¿sería distinto?.

(Blanca Prendes 2003)

Como dije antes, "el camino fue duro", el incendio me obligó a cambiar de dirección y prácticamente tuve que huir de la pintura. En el texto anterior hablo de mi primeras piezas después del incendio, de "Caminos", ahí empecé a deshacerme de mi "yo pintora", la que me gustaba ser, la impulsiva, la que manchaba. Y empecé a planificar, a diseñar. No me entendí en aquel momento, todo era forzado.

Esta huida me hizo encontrar otros materiales y llegar a soluciones menos dolorosas dentro de la pintura con los arboles y los insectos de "Lugares". Heráclito dice que el fuego es el origen de todo que el fuego lo cambia todo.

Blanca Prendes (2016)

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